(Por Mario Caparra) El poeta y narrador Daniel Acosta Velásquez* analiza la vitalidad en las expresiones literarias en lenguas originarias y los objetivos y modos a tener en cuenta al implementar una política de promoción. Reflexiona también sobre la situación laboral y de derechos humanos que actualmente afrontan los aborígenes.Daniel sostuvo en mesas repetidas de repetidos contertulios la imperiosa necesidad de la promoción de escritores aborígenes. Muchas veces hemos discutido y disentido sobre la posibilidad y utilidad de implementar concursos de literatura aborigen a pesar de que la escuela nos enseñó que la literatura aborigen es esencialmente oral. La pregunta es hoy la de siempre.
¿Son provechosos los concursos literarios en lenguas originarias?
“La cuestión pasa por una auténtica política de promoción de autores en lengua aborigen, y no por concursos -afirma con voz cálida, pero taxativa- una política que tienda a permitir que la cultura ancestral, en primer lugar, circule entre los pueblos originarios, se retroalimente, se reavive, se revitalice. De eso se trata, cuando hablamos de respeto a la diversidad. Deberá ser un esfuerzo editorial estatal, que bien vale la pena establecer como prioridad” y concluye citando a la Dra. Marisa Censabella “En la Argentina se hablan, además del Español, once lenguas indígenas, sobre la existencia probable de alrededor de treinta lenguas, en el momento de la llegada de los es pañoles, dentro del espacio considerado Argentina, hoy”
[i].
Ahora existen numerosos intentos de dar a conocer a la comunidad la producción literaria indígena mediante concursos, antologías y recitales. ¿Son válidos estos intentos? ¿No atropellan el carácter ritual de estas expresiones artísticas?
“En cuanto a la poesía, el teatro, la danza, la puesta en escena de los diferentes aspectos de la cultura de los pueblos originarios, es otra forma de información y de comunicación. Todas las expresiones son bienvenidas. Hay una vitalidad en sus creencias, sus comidas, mitos, música, que es lo que necesitamos. Ellos nos ayudarán a pensar las preguntas...”
La legislación aborigen habla de integración cultural. Hablar de “literatura aborigen” como concepto ¿no constituye partir de una postura discriminatoria?
“Creo que la discriminación pasa por otras cuestiones. La literatura aborigen existe en América Latina desde siempre. Fueron los ancestrales “abuelos cuenta cuentos” los que permitieron que los “adelantados del reino” anotaran los primeros mitos y leyendas. Es una denominación a la que debe darse el sentido que tiene, así como hay una literatura de viajeros o de inmigrantes. Nadie se cuestiona cuando invitan a ver cine checo, vasco o hindú. No se está discriminando.”
El último libro publicado de Daniel Acosta Velásquez, Hatum Pampa, se cierra con una proposición deontológica resumida en tres contundentes versos arrojados contra la figura del colono: “por un instante deberá tomar conciencia: / que está colonizando / el cielo milenario de HATUM PAMPA!”.
“El poema mismo, es una metáfora que pretende llamar la atención sobre la ‘cantera’ que debemos preservar para al menos deletrear la historia. Con respecto a Campo del Cielo, hemos tenido la visión de un geólogo, que desde ya es parcial. No tengo constancia de una actividad antropológica o arqueológica en ese sector.”
¿Y vos considerás que, transcurrido el tiempo, existió en el colono, en la sociedad chaqueña como un todo, una toma de conciencia en este sentido?
“En una sociedad etnocéntrica es difícil atender a los mitos y leyendas que envuelven los conocimientos, costumbres, normas, rituales de los pueblos originarios. Insisto, aún nos falta encontrar las preguntas fundamentales, necesarias o adecuadas.”
Alguna vez, oímos a Dolina decir que lo que se olvida se muere y entre las funciones del poeta, del hombre sensible, está la de salvar cosas de la muerte y el olvido. En Hatum Pampa se lee “Cada piedra profanada del Chaco es una letra más / que se está borrando del abecedario cósmico / en las ya borrosas páginas de CAMPO DEL CIELO.” ¿El tiempo logró la tarea de borrar por completo ese complejo alfabeto?
“No creo que se haya borrado por completo la información que guarda Campo del Cielo; pero desde la década del sesenta para acá, no me consta la existencia de un programa de investigación realizado por científicos chaqueños o argentinos, o de alguna biblioteca donde podamos buscar las conclusiones a que arribaron los equipos del Norte o las hipótesis que se desarrollaron a partir de los trabajos de campo, y que servirían además de indicadores para nuevas investigaciones.”
Después de todos los casos de desnutrición y otras patologías (físicas y sociales) que fueron de público conocimiento y llegaron a la esfera nacional el año pasado ¿hay indicios que permitan prever un escenario más potable?
“Con respecto a la situación de los habitantes del ex Impenetrable, creo que el actual estado de desastre exige la participación de organizaciones especializadas en su atención. En esa región hay ciclos de inundación y sequía y una acentuada deforestación atribuida al avance de la soja, con todo lo negativo que este cultivo conlleva y sobre todo reconociendo que sus habitantes pertenecen a una sociedad intercultural, bilingüe. Hay en esa zona una amenaza biológica, definida por infecciones masivas, tuberculosis, gastroenterocolitis, según los sondeos previos de especialistas. Hay degradación ambiental, inapropiada infraestructura urbana y rural… o sea, un cuadro de AMENAZAS SOCIO CULTURALES y una propensión a sufrir daños ante fenómenos potencialmente dañinos, lo cual significa VULNERABILIDAD. Y hay HAMBRE, en cuyos potenciales daños no vale la pena abundar. Planteadas así las cosas, existe RIESGO, y éste disminuye o crece según el producto generado por la interacción de los dos factores: la amenaza y la vulnerabilidad: Riesgo = Amenaza x Vulnerabilidad.”
¿Cómo se puede reducir ese riesgo?
“Una manera acertada de gestionar esa reducción pasa por la decisión de convocar a los Cascos Blancos, que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, cuyas principales actividades son: a) la lucha contra el hambre y la pobreza, incorporando respuestas sociales, sanitarias y productivas y b) la reacción inmediata ante desastres y catástrofe” señala en un tono enfático y remarca: “Esa región estaba, y continúa, en zona de desastre. La asistencia humanitaria, canalizada a través de organizaciones como Cascos Blancos, Médicos Sin Fronteras y otras afines, será una contribución para ver, más allá de las causas, una manera efectiva de comenzar la reducción del riesgo.”
Las comunidades aborígenes tienen un concepto de salud y un vademécum que les es propio. Sin discutir sus bondades, sabemos que, actualmente, muchos aborígenes mueren de enfermedades que la medicina occidental había eliminado casi por completo. ¿Es justo someter a un aborigen al sistema de medicina occidental, aunque no crea en él, para salvaguardar su propia salud?
“Requiere de una premisa: ser capaz de observar la complejidad de los valores sociales de esas comunidades. Opinión estrictamente cultural, el enfoque de la medicina; ésta, en cuanto ciencia especializada, tendrá el suyo. Interesa entonces, saber cuáles son algunos de sus rasgos dominantes, cómo son sus instituciones, la configuración de sus costumbres. Por ejemplo: se conoce, evalúa y se sopesa el rito de la primera menstruación de una muchacha, cómo es la adolescencia de los varones, cuándo sucede; los rituales en la enfermedad, la muerte y el duelo, quién y qué es un anciano, si existe el concepto de prevención, etc.”
Daniel hace una pausa en el relato, busca en su memoria y trae al reportaje una cita de la antropóloga Elizabeth Bergallo. “La relación ente cuerpos, almas, espíritus para los indígenas tradicionalmente ha sido diferente de la noción de persona en la cultura occidental, pues esta concepción está determinada por el modo en que se entiende la relación con la naturaleza, lo sagrado, el grupo social.”
[ii]“La interculturalidad y la interacción entre su medicina y la medicina ‘blanca’ ha trabajado y avanzado en forma positiva en algunas de estas cuestiones, aún con sus luces y sus sombras, pero un irrestricto respeto a su sociedad, es el único camino que contribuirá al estímulo para que surjan relaciones más prolíficas. Promover su propia gestión, con sus propios métodos de aprender y enseñar, reducirá la frustración en las diversas acciones de complementación sanitaria.”
Está aún muy arraigada y naturalizada en nuestra sociedad actual la imagen del “indio haragán”. ¿Cuánto hay de mito y cuánto de verdad en ello?
“La capacidad de trabajo del aborigen esta ampliamente probada y reconocida por su desempeño en los cañaverales del ingenio Las Palmas, entre tantos ejemplos. Esto, si se trata de comparaciones con los braceros, obrajeros, cosecheros bolivianos, paraguayos o correntinos, ha sido trabajo realizado por los aborígenes, siempre bajo un régimen de esclavitud.”
“La supervivencia de muchos de ellos en la periferia de grandes ciudades tiene su correlato en las diversas prestaciones laborales a las que han accedido por imperio de las circunstancias, ergo, trabajan para su subsistencia. La utilización de ese mote es una excusa para no aceptarlos como trabajadores; entonces, aquí se está discriminando simplemente.”
¿Qué salida democrática aceptable puede preverse para una comunidad que posee una concepción de trabajo completamente diferente de la lógica del mercado y el salario y quiere mantenerse fiel a sus costumbres?
“Hay que reconocer que el derecho de los pueblos indígenas en el aspecto laboral recién comienza a vislumbrarse, con la aplicación paulatina del Convenio Nº 169 de la Organización Internacional del Trabajo de Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, reconocido por nuestra Constitución (art. 75 inc. 17 y 22) y normada en la Ley de la Nación Nº 23.302, específicamente. Debemos tomar conciencia como sociedad de que el conocimiento y respeto de las normativas, el reconocimiento de la propiedad comunitaria de sus tierras y territorios, su participación en la gestión de los recursos naturales, una educación bilingüe e intercultural, son algunos de los desafíos de la democracia en la que todos debemos participar responsablemente.”
A más de 80 años de la llamada “Masacre de Napalpí” ¿vale la pena seguir hablando de esas muertes?
“Así como hay un estudio comparado de las religiones, es importante la existencia de un estudio comparado de los genocidios. Aunque al decir de Leonardo Boff, el vía crucis latinoamericano posee demasiadas estaciones para que podamos siquiera enumerarlas. Recordar es una forma de la plegaria, y de plegarias saben, y mucho, los pueblos originarios. Recordar Napalpí tiene el mismo valor que recordar el genocidio armenio, o el Holocausto Judío, en cuanto nos vuelve familiares ciertas palabras cargadas de significado (en el sentido original), como tolerancia, autorrespeto, pluralidad, diversidad, paz.”
“El caso de Napalpí -como la migración forzosa de los indios Quilmes, o los sucesos de la Patagonia Rebelde- nos revela los rasgos más aberrantes de un sector de la sociedad que coronó su extravío en los años del Proceso, o para decirlo con palabras de Mario Bunge: ‘El llamado proceso argentino (1976/1983) prefería la tortura y la ejecución clandestina, en particular la desaparición, una auténtica invención argentina’
[iii] Napalpí forma parte nuestra historia y aunque ‘nunca seremos capaces de ser los amos de nuestra historia… podemos y debemos encontrar maneras de controlar las riendas de nuestro mundo desbocado’ (Anthony Giddens).
La entrevista se hizo larga. Daniel demostró que puede opinar, con fundamento, de literatura, de trabajo, de salud y de muchos temas más. Demostró también que es capaz de alzar la voz o montar en cólera ante ciertas preguntas; por eso reservé hasta el final una pregunta cómodamente irritante: ¿Para qué necesitamos hoy a los aborígenes?
“Los necesitamos porque la raza humana es una especie, y dentro de la raza humana, perteneciendo a la misma especie, están los aborígenes. El hombre a estas alturas, se sabe, es único e irrepetible (el hombre universal, fundamentado por Joaquín Torres García). Ese hombre es el que debe tener necesariamente un pasado con una larga historia, una historia que está detrás de cada hombre desde el origen de los tiempos, y que debemos conocer. La lengua es un vínculo importante, uno de los medios que permite hilvanar la historia de la especie humana.”
“La doctora Marisa Censabella cita a especialistas como Wurm y Grimes (1991 y 1996), quienes sostienen que en el planeta se hablan entre 5.000 y 6.700 lenguas (datos de 1999). Ahora bien, sólo en Brasil, sobre una población de 153 millones de habitantes, el 0,1 % de esa población (o sea 155.000 indígenas) hablan 170 lenguas.”
“Conclusión: los necesitamos, porque a pesar de que pasaron más de 500 años, todavía tenemos un montón de preguntas, demasiadas preguntas. Las respuestas que encontremos, cada una de ellas, nos ayudarán en la tarea de descolonizar las ideas, tarea en la que están trabajando un grupo de pensadores latinoamericanos que ahora están pensando “desde” Latinoamérica.”