sábado, 16 de agosto de 2008

ELIZABETH BERGALLO: Napalpí: Memoria, olvido, silencio


Graciela Elizabeth Bergallo

"Napalpí es un símbolo que expresa el conflicto por la imposición de un modelo social y cultural diferente, aún a costa de la desaparición o negación del otro" sostiene en este artículo la docente y escritora Elizabeth Bergallo, Mgter en Antropología Social.


Un pueblo transforma la historia en memoria
cuando se hace cargo de su destino.
Yerushalmi



Napalpí es el “lugar donde habitan las almas de los muertos (lpaqa.l), decía Orlando Sánchez, historiador qom. La llamada Masacre de Napalpí se refiere a los acontecimientos que se produjeron el 19 de julio de 1924 en el Lote 38 (entre las localidades centrochaqueñas de Quitilipi y Machagai), donde murieron posiblemente más de quinientos indígenas en manos de las fuerzas oficiales - según testimonios - que se habían concentrado en esa zona. Se realizó el mismo día 19, una nueva conmemoración de ese hecho.

A mediados de los años veinte, en el Lote 38, la población indígena de la provincia del Chaco fue protagonista de un importante movimiento. Provenientes de diferentes lugares respondieron al llamado del "profeta" Gómez y de otros chamanes que se unieron. Los factores desencadenantes fueron: la carga impuesta por la administración de Napalpí al algodón entregado por los indígenas, la matanza de estos últimos por la Policía (Miller, 1967), y la prohibición del gobierno de salir de la zona chaqueña a los efectos de impedir que mejores condiciones de trabajo los atrajeran a los ingenios de Salta. A cinco meses de publicado el decreto sancionado por Alvear en 1924 que daba una respuesta a los reclamos indígenas sobre el Teuco-Bermejito, la población de Napalpí fue víctima de lo que se conoció más tarde como Masacre de Napalpí.

EL CONTEXTO

En las primeras dos décadas del siglo veinte, la región este del Chaco tuvo sucesivos avances de colonización agraria. Los llamados “aborígenes” fueron considerados mano de obra temporaria o permanente, y sus modos de subsistencia, basados en la caza, pesca, o recolección, se vieron limitados, al mismo tiempo que fueron reducidos sus espacios tradicionales de vida. La explotación del azúcar, el tanino y el algodón fue la razón que articuló esta región al escenario económico internacional, lo cual provocó cambios sociales, ecológicos y culturales que modificaron la historia de los antiguos habitantes. Los indígenas fueron asentados en colonias agrarias subsidiadas por el Estado donde debían aprender las “virtudes” del trabajo y la “civilización.” El más importante de estos asentamientos fue la reserva o reducción de Napalpí. La reducción fue fundada en 1911, fue un lugar donde los intereses de las empresas y el Estado confluyeron (Arengo, 1996). La reserva proveía, aseguraba, mano de obra en el tiempo en que ésta era demandada. Cuando no, los indígenas fueron objeto de los “métodos de reducción”: la educación formal, el aprendizaje de la agricultura, la disciplina del trabajo, la propiedad. Lynch Arribálzaga fue el ideólogo de ese proyecto civilizatorio que fue Napalpí.

LAS MEMORIAS DE NAPALPÍ


La memoria es sin duda un campo de disputas, conflictos y luchas por la apropiación del pasado, por la búsqueda de su sentido para la recuperación del presente. Pero hacer memoria es sobre todo hacer justicia.


Existen diversas fuentes: periodísticas, publicaciones oficiales, académicas o no académicas que se refieren a lo ocurrido en el campamento de El Aguará. Pero son muy pocas las investigaciones que se han abocado particularmente a este suceso. Los historiadores chaqueños López Piacentini, Ramón de las Mercedes Tissera, Maeder, Altamirano, apenas reseñan esos acontecimientos, cada cual desde diferentes enfoques se apoya en fuentes periodísticas de la época.

Desde una perspectiva más estrictamente sociológica lo hizo Nicolás Iñigo Carrera (1984), quien analizó las circunstancias socioeconómicas que dieron origen a las campañas militares en el Chaco. Desde la Antropología lo hicieron Miller, Bartolomé, Cordeu y Siffredi, Arengo, en cuyas obras aparecen testimonios de sobrevivientes.

La obra de Mario Vidal “Napalpí, la herida abierta” presenta amplios testimonios sobre lo acontecido. Como asimismo el texto “Memorias del gran Chaco” (1998), de Mercedes Silva.

Un capítulo aparte merece Favio Echarri, exponente más notable de la historia oficial. Publicó una investigación más reciente Napalpí: la Verdad Histórica (2001), que recibiera el Premio Provincia del Chaco a la Obra Histórica otorgado por miembros de la academia. Me referí a tal obra, cuestionando sus fuentes epistemológicas, en una nota publicada en los medios periodísticos de la provincia en Julio del 2005, por utilizar sólo fuentes escritas oficiales, para fundamentar la “verdad histórica”: que sólo hubo cuatro muertos en Napalpí. En tal obra no aparecen los testimonios de los sujetos que fueron víctimas de esa historia: los sobrevivientes de Napalpí, de sus hijos, y testigos directos e indirectos. Con idéntica fundamentación, señalaba en tal nota, ¿deberían desconocerse los desaparecidos en tiempos de la dictadura?

La narración de un pasado que puede realizar quien es sujeto de su propia historia, no necesariamente debe oponerse a la noción de historia como conocimiento científico del pasado, aunque permite también incorporar sus sentidos, afirmaba Roxana Guber.

Tales sentidos aparecen también en los testimonios orales en algunas de la obras mencionadas, y especialmente en el valiosísimo texto de Orlando Sánchez, historiador qom, “Historia de los aborígenes qom (tobas) del Gran Chaco contada por sus ancianos”. Obra escrita hace veinte años, y en “El llamado de la sangre” de Juan Chico y Mario Fernández, esperanzador texto de jóvenes qom (ex - alumnos de Sánchez en el CIFMA). Ambas obras reconocidas y publicadas por las Subsecretarías de Educación y de Cultura de la Provincia del Chaco.


MITOS Y VERDADES SOBRE NAPALPÍ


-Napalpí es una denominación antigua de la zona, ya existía cuando ocurrieron los hechos de 1924.


-A pesar de que el expediente judicial fue iniciado por la Asociación Comunitaria toba “La Matanza” que inicialmente demandó al estado por el genocidio realizado contra la población indígena y reclamó una indemnización al pueblo toba como intento parcial de compensar el delito cometido, la composición de la población es compleja. Los indígenas concentrados en El Aguará en 1924 provenían de diferentes y remotos lugares, pero además porque los centros de producción como los ingenios, las explotaciones de la madera y el algodón reunían a indígenas de diferentes pueblos. Dice Orlando Sánchez “siempre digo que la comunidad de Napalpí es bastante híbrida, hay descendientes de Mocovíes, Vilelas, Charrúas (que huyeron del exterminio producido en Uruguay), Guaraníes, correntinos que formaron matrimonio con mujeres aborígenes, Lenguas, muchos se cruzaron con tobas, más de siete naciones había allí. Luego algunos fueron adoptando la lengua toba, otros adoptaron directamente el castellano, pero todavía se notan las diferencias.” Frente a semejante realidad diría Jorge Amado “es difícil dividir y clasificar…”.

- Al mismo tiempo que se producía la conmemoración en Napalpí el día Sábado 19 del 2008, otra conmemoración se realizaba en San Bernardo organizada por una asociación mocoví, por las víctimas de sus ancestros en Napalpí, donde todavía existen, también, sobrevivientes.

- Melitona Enrique, cuyo testimonio, entre otros, registré en enero del 2005, no fue la única ni última sobreviviente de Napalpí. Algunos sobrevivientes o sus familias no desean mencionar sus nombres, para no ser acosados ni pública ni políticamente.

- En tiempos en que registraba testimonios y documentación sobre Napalpí, eran notorias las disputas políticas por la “memoria de Napalpí” desde y por influencia de actores por lo general externos a la población indígena.

-Tal como aconteció con la Masacre de Margarita Belén, también la denominada Masacre de Napalpí, “lo indígena,” la memoria, pasó a ser -para algunos- capital político.

- No fue la más importante matanza ni el único movimiento de “resistencia” indígena según el historiador toba Orlando Sánchez (quien rechaza la denominación “milenarismo” utilizada por Cordeu y Sifredi). Otros movimientos se produjeron, en 1905 (protagonizado por la población Mocoví), y en 1933 en Gral. San Martín y Pampa del Indio. En mi texto “Ntonaxac Memoria y Resistencia Qom” también mencioné la represión a las concentraciones y los ritos indígenas en la zona del Ingenio Las Palmas, entre otras razones por el abandono de sus lugares de trabajo.

-Según Sánchez habría que “globalizar” el hecho. Napalpí es un acontecimiento menor respecto de lo que ocurrió anteriormente, también ocurrieron otros hechos posteriores como el de Rincón Bomba en Formosa. Hasta 1884 se producen 79 penetraciones militares. En la década de 1880, en dos años aproximadamente se llevan a cabo las más grandes matanzas indígenas en el Chaco, el sometimiento del mítico Meguesoxochi y de otros líderes. Sólo en los ingenios, en la explotación forestal, o en otros centros de producción (exponentes de la civilización y del “progreso”) murieron cientos de indígenas por verse obligados a condiciones de trabajo infrahumanas. La reducción de la naturaleza “salvaje” iba en paralelo a la reducción o desaparición de lo diferente. Pero el etnocidio llegó hasta el presente a modo de políticas de estado, imposición de lenguajes y saberes, desconocimiento del otro como sujeto de su propia historia, como sujeto político.

- Los hechos de Napalpí comienzan a tener notoriedad a partir de su denuncia en el Diario La Voz del Chaco, en 1924, y su posterior tratamiento en la Cámara de Diputados de la Nación. El reconocimiento oficial de la masacre, facilitó recientemente la iniciación del reclamo judicial por parte de la Asociación Comunitaria La Matanza.

- Fue además el primer proyecto “civilizatorio” del Estado en la provincia, donde no sólo la población indígena se constituía en reserva de mano de obra para el tiempo en que fuera requerida, sino también donde se implementaron los “métodos de la reducción”: la educación formal, el aprendizaje de la agricultura, la disciplina del trabajo, la propiedad.


EL SENTIDO DE LA MEMORIA


En un ensayo David Viñas (1982), se refiere a la conspiración de silencio que existe alrededor de la violencia subyacente al establecimiento del Estado argentino moderno. Por qué, dice Viñas, no hablamos de los indios en Argentina? Si en los otros países latinoamericanos tenemos evidencias y el testimonio de las “voces de los derrotados”, (¿derrotados? ¿lenguas en extinción? ¿rescate?) ¿O pensarlos como derrotados es otro ingrediente más del discurso civilizatorio? ¿Fueron todos derrotados o el proyecto civilizatorio del Estado liberal los integró pacíficamente? ¿Los integró pacíficamente? ¿Y que significa ser “integrados”?. ¿Qué significa que los indios de Argentina sean solamente imaginados dentro de los confines del folklore, los museos y el turismo? ¿Fueron los primeros desaparecidos de la historia argentina?

Decía Juan Chico en la presentación de su libro: el problema no es el indígena. Hay que ver qué ocurre del otro lado.

El develamiento de esa invisibilidad-desaparición, es seguramente lo que todavía sostiene la conmemoración de Napalpí, y su reivindicación por parte del pueblo indígena. Napalpí es un símbolo, un puente según el Dr. García y Orlando Sánchez, un hecho paradigmático, semejante a otros que se repiten en nuestros pueblos, expresa el conflicto por la imposición de un modelo social y cultural diferente, aún a costa de la desaparición o negación del otro, aún cuando aún en la clandestinidad se sostiene la resistencia.



BIBLIOGRAFÍA:


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1982 Indios, ejército y frontera. Siglo XXI. México.




elizbergallo@yahoo.com.ar

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es inevitable afirmar que formamos parte de una sociedad desmemoriada, que no encuentra -y quizás tampoco esté en la búsqueda- el camino de la verdadera justicia. Verdadera en el sentido de no sólo destinar cientos de discursos y disculpas hacia los prueblos originarios, sino también concretar la inclusión de éstos a la comunidad. No solamente hablar de "los indios" como algo lejano, integrantes del folklore y las raíces argentinas, sino también, hablar de ellos como personas iguales a nosotros; ya no únicamente en los papeles, en los dichos de los políticos y en los libros, sino en las acciones, en el día a día chaqueño, argentino y universal.
Tenemos que poner fin a las conductas que demuestran lo enferma que está nuestra sociedad. El camino para lograrlo seguirá resultándonos largo mientras no empeñemos nuestra voluntad.


Maximiliano Ezequiel Diarte
5to 2da-Colegio Nacional J. M. Paz
Resistencia