Una voz nos acerca al poeta
“Publicó ocho libros de poemas y a pocos nos fue dado advertir que en ellos alentaba una de las voces más puras de las letras argentinas, con un dominio formal derivado de los clásicos de la lengua y un discurso que se definía como permanente acontecimiento de la metáfora, lejos de la s trivialidades de la creación poética de nuestros días. Importa poco que los centros literarios de la Capital Federal no hayan tenido oídos para escuchar su voz, menos por imposiciones de índole geográfica que por las de la indiferencia o, mejor aún, porque el retumbo del huracán vuelve imperceptible el canto del zorzal.”
Enrique Gamarra
Enrique Gamarra
ALFARERO DE SOLES (de “Los días de papel”)
Del fuego rescató sus manos libres,
tizón de aquel incendio memorable.
Venían de raíces ancestrales
y echaron a volar tras soles largos,
después de viejas noches de dioses enterrados.
Venían de dolores y de sueños,
tal vez de polvo resurrecto y lunas
ruinosas y silencios mal heridos.
Cabían en sus huecos los horrores
de testigos sin nombre,
allí donde los gritos se hacen uñas.
Heridas por estibas de vigilias
desenterraron lluvias e incendiaron llantos.
Desde entonces sus fuegos inventaron
duros rostros con ojos hacia adentro
y muertes en la boca.
RESURRECCIÓN DEL TOBA (de “Los días de papel”)
Entre escombros de noches insepultas,
sus ojos neblinosos no regresan,
pero su mano –pájaro de la hoguera-
crece en el silencio astillado del monte.
Rastros de la distancia, a media soledad,
alta sed de quebrachos,
desollados los pies
polvo apenas, con viento de aquel Pilcomayo,
verano pisoteado,
océano de selva y viento norte…
Y por fin, tras los desmemoriados madrejones,
el agua: pozo de maza.
Los tobas se apagan de sedientos horrores
menos uno,
derramado, ruinoso,
con su muerte recién estrenada,
vencido por raíces lentas como el limo.
Los cuervos apresuran los mecanismos de la noche
y los tobas lo entierran
con vidrios,
con uñas,
con un ausente cielo de ramales sin peso,
con una manta virgen, toda polvo.
Después se van, fatales,
pobladores de la muerte pobre.
apagadas las aguas, sus rostros sin palabra
vuelven a la tarea de reinventar la selva.
Allá, el toba muerto, ya horizonte,
aprende a tientas el rito aborigen de ser raíz,
raíz insobornable de los blancos;
su boca oscura muerde savia de siglos y
desprecio,
delira desde abajo –es vecino del agua, al fin.
Entre ruina de noches solas,
sus ojos neblinosos no regresan.
Alza, entonces, la tierra exangüe de su mano
derecha:
último lanzazo en el viento salvaje.
último grito, su mano intacta
nos convoca,
pájaro de la hoguera final,
su sangre nos reúne.
MOCOVÍ (de “Esta sangre desvelada”)
De sus toldos de estrellas apagadas
surgiste como un ídolo de barro.
Un oscuro temor a los recuerdos
te goteaba del pelo hecho bandera.
Pero ¿cómo alcanzar la voz perdida?
te ardía una sospecha de ceniza
en el costado izquierdo. Muchos soles
galopaste al oeste de las selvas.
Los quebrachos vigías te esperaban
junto al miedo aborigen de la isleta.
Y un olvido de rejas y sequías
resquebarajó tu nombre hasta el silencio.
Aullabas por tus ojos que se fueron
con tus lunas salvajes, con tu Chaco…
¿A dónde fue tu río, tu venganza
tan alta, el humo, amigo, aquel engaño
de serpientes como caraguataes?
Transfigurado el pie, la sangre mártir,
con esa sed maldita de la raza,
con un sudor de siglos en la cara
llovizanada de queja, raíz de llanto,
descubriste la voz que te faltaba:
mocoví… mocoví… indio leyenda.
Y los huesos se abrieron como cardos
y un malón de esperanza ardió en los montes
en esa reconquista de la vida.
ya nadie morirá hasta el fin del tiempo,
porque el río ancestral de tus arterias
riega otra vez tu imperio -que es el nuestro-.
Clavada está la flecha de tu grito
en el cielo sin luz del aborigen,
presos están los vientos de la muerte
en la red extendida de tus músculos.
Y tus brazos enormes, como un signo
de paz en la frontera de la tierra.
POEMAS DE DANIEL ACOSTA
Una voz nos acerca al poeta
“Este hombre sabe de lo que habla. Chaqueñero por adopción y convicción, de formación ingeniero, leyó, rastreó, cheque las fuentes, persiguió los datos y se embarró en la investigación, hizo un trabajo ciclópeo, de hormiguita atómica, en la “research” que sostiene como un fundamento pedroso a estos textos. Cuando aguzamos el oído, sentimos en los versos de este libro o en los intersticios de los versos, una letanía de los caídos, las voces de los pueblos originarios (y de sus cosmovisión) que sucumbieron ante la Barbarie de las hordas Civilizadoras, que mandan civilizar por decreto. Esas voces se escuchan en el poemario de Daniel.”
Marcelo Caparra
LOS TESTIGOS – NAHUANAQCHEC (de “Hatum Pampa”)
Tradución al Qom: Roger Longo. Maestro intercultural bilingüe.
Hace miles de años
cuando no había tiempo para contar,
el cielo era una fiesta de fuegos de artificios,
entre saetas
estrellas fugaces
planetas parturientos:
el INTI, era el único señor y dador de la vida.
Entonces,
hace varios miles de lunas
de vientos de incendios de miedos:
aquellos que dormían sobre la tierra,
al borde de los montes
a orillas de los ríos,
cerca de los peces y de la miel salvaje
bajo un manto suave de cielo humedecido
asistieron impotentes
a la única lluvia de fuego
que jamás cayera
sobre lugar alguno de la tierra.
Y los que vivían en la casa de la tierra
bajo el techo de estrellas
tuvieron goteras en el cielo
de piedra
fuego
y truenos!!
Lluvia contra todo deseo.
Lluvia desorbitada.
Lluvia nunca cantada ni invocada por ellos:
porque jamás
hubo necesidad de pedir nada
donde todos los frutos
derramaban su nectar
como un maná
sobre la madre tierra
qo’ollaxa so na’aq
na piguem huo’ ra ntonaxac,
yalecaye ana taquiaxai’, huaqajñi
la’atec, rco’otec ana alhuapi pa’asheguem:
ñe nala’, nacherata ra yami’ ra lca’alaxa.
nace huo’o so qa’ahuoxoiqpi qo’ollaxa,
yachetec so la’at, norec, lchec:
Huo’o’ qo’ollaxa ca ro’ocheta huetalecpi na
‘alhua, loogue na aviaq Qatar na te’esaq lii’i’,
Se’eso na’aq rapichigui qo’ollaxa, qailo’teguet
So norec choxoqo’ot na piguem hua’nna
Ra nañe ‘etta’am se’eso.
Aq que’ecapi, lma’ na ‘alhua lapoxonaqte ana
Huaqajñepi, huo’o’ qo’ollaxa ca lahuaq na piguem
Nache natoigue na qoma’, norec Qatar yalachigi
Qo’ollaxa!!
Saishet ra nshetaique ra ahuot.
Ahuot lta’araic
Saishet qo’ollaxa ra qayaxataique na ahuot:
Cha?aye laica ca nahuenec
Ñijñi na lli’i’ ana epaq ala
Ñejlec ana ‘alhua ‘etta’am ana mana.
INVENTARIO Y FINAL
“Si los meteoritos hablaran”
R. de las Mercedes Tissera
Todas las buenas intenciones de los historiadores,
los recuerdos de los viejos caciques. Algún aniversario de Gancedo.
El ojo de un satélite surcando el cielo, acaso en el mismo sentido
de la lluvia de meteoros.
Alguno que otro yanki cargando cierta piedra, un hombre: anónimo ángel de la
guarda del gran meteorito, sin ninguna condecoración “honoris causa”…
una para de columnas en la prensa del domingo, de tanto en tanto.
Una vieja fotografía de don Próspero Favarón
posando junto a la piedra de sus desvelos.
El humo de los cigarrillos como nubes envolviendo la “extraña” piedra
que oxida el piso de la Facultad de Humanidades.
una excursión de adolescentes con vocación de astrónomos
y don López Piacentini y don Ameri y el Club de Astronomía
y este libro de papel de pasta de celulosa de fibra de árboles
de semilla de tierra de bronca de orgullo de vergüenza de signos de
preguntas silenciosas de agujeros vacíos…
Todo esto es absolutamente: nada!!
Porque convengamos, por una vez al menos, ningún inventario es suficiente.
No alcanza todavía a resarcirnos del olvido:
EL PESO DE LA DESIDIA / ES NUESTRA CULPA!
LA PIEDRA DEL OLVIDO / ES NUESTRO ESCÁNDALO!
Porque definitivamente / ya no lo merecemos,
y para siempre estaremos condenados,
a perdernos la gracia de los dioses
que sembraron de fuego
las noches sagradas de HATUM PAMPA
los recuerdos de los viejos caciques. Algún aniversario de Gancedo.
El ojo de un satélite surcando el cielo, acaso en el mismo sentido
de la lluvia de meteoros.
Alguno que otro yanki cargando cierta piedra, un hombre: anónimo ángel de la
guarda del gran meteorito, sin ninguna condecoración “honoris causa”…
una para de columnas en la prensa del domingo, de tanto en tanto.
Una vieja fotografía de don Próspero Favarón
posando junto a la piedra de sus desvelos.
El humo de los cigarrillos como nubes envolviendo la “extraña” piedra
que oxida el piso de la Facultad de Humanidades.
una excursión de adolescentes con vocación de astrónomos
y don López Piacentini y don Ameri y el Club de Astronomía
y este libro de papel de pasta de celulosa de fibra de árboles
de semilla de tierra de bronca de orgullo de vergüenza de signos de
preguntas silenciosas de agujeros vacíos…
Todo esto es absolutamente: nada!!
Porque convengamos, por una vez al menos, ningún inventario es suficiente.
No alcanza todavía a resarcirnos del olvido:
EL PESO DE LA DESIDIA / ES NUESTRA CULPA!
LA PIEDRA DEL OLVIDO / ES NUESTRO ESCÁNDALO!
Porque definitivamente / ya no lo merecemos,
y para siempre estaremos condenados,
a perdernos la gracia de los dioses
que sembraron de fuego
las noches sagradas de HATUM PAMPA
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